Inmaculada Huertas, profesora de Servicios a la Comunidad en el IES Severo Ochoa de Granada
Había una vez una sociedad que se creía avanzada,
que vivía corriendo, consumiendo y estresada,
no había tiempo para lo realmente importante,
porque solo contaba ganar lo bastante.
Muchas personas del mundo sufrían
pero no era nada realmente serio,
out of sight out of mind,
que el bilingüismo es señal de un nuevo imperio.
Había países y continentes de primera,
algunos de segunda y hasta de tercera,
¡qué mas daba que lo que ocurriera fuera tremebundo!,
si nacías en la cara buena del primer mundo.
Pensábamos que nada podíamos hacer por esa situación,
como mucho, condenarlo en una conversación,
mientras el planeta enfermaba, moría;
nosotras ciegas al efecto que nuestra irresponsabilidad tenía.
Se organizaban importantes reuniones
donde los más preparados tomaban decisiones,
aunque no había manera de hacer concesiones
pues el lenguaje utilizado era el de los millones.
Y como todo en la vida, sin previo aviso,
la pandemia llegó sin pedir permiso.
De un día para otro, lo que ayer servía,
a la mañana siguiente de nada valía.
Pasamos de no ver la manera de conciliar
la vida laboral con la familiar,
a que el teletrabajo fuera la práctica general,
modalidad extendida en el ámbito laboral.
De no tener tiempo para disfrutar una cena
con familia o amistades por tener la agenda llena,
a con los nuestros, en casa, encerradas convivir,
y solo para lo imprescindible poder salir.
Entonces nos dimos cuenta del significado de vivir:
un milagro apasionante si se puede compartir.
No son necesarios grandes alardes, ni fuegos artificiales,
solo disfrutar de momentos y personas esenciales.
Y los resultados inequívocamente demostraban
que la calidad del aire mejoraba,
cómo la actividad de la industria se reinventaba,
y rehacer se podía, sostenible y en versión mejorada todavía.
Las personas dejábamos ver nuestra cara más humana:
aplausos generalizados, profesiones dispares se hermanaban,
solidaridad, empatía, unidad…, emanaban,
porque los cambios son posibles, si nos da la gana.
Ahora solo queda esperar que el virus se vaya sin retorno,
que este sea un viraje individual y colectivo,
en dirección a un destino sugerente, saludable y atractivo,
donde sea posible cuidarse a una misma, a las demás y nuestro entorno.