Stéphanie Mouton, socióloga, educadora, artivista y facilitadora en La Hoja Blanca
En enero empezamos la formación en artivismo con, por y para el profesorado de FP de varios centros educativos de Granada, Málaga y Sevilla. El objetivo era presentar la guía ¿Caminamos, Artivistas? y motivar a las y los docentes participantes a desarrollar, junto a su alumnado, acciones de movilización a través del arte y la creatividad, en relación con alguna de las temáticas abordadas en La salud está en tu mano.
Como en la mayoría de aulas a las que me invitan a compartir metodologías participativas para la transformación social, lo primero que hicimos fue mover las sillas y reorganizar la sala en un espacio adecuado, no solo para generar un círculo en el que todas las personas presentes tuviéramos la misma oportunidad de ser vistas y escuchadas, sino también para crear un espacio diáfano en el que poder movernos. El artivismo es movimiento y acción: comprender y aplicar la pedagogía artivista pasa por poner el cuerpo y los afectos en juego.
Pero, ¿cómo fomentar el protagonismo de un alumnado habituado a prácticas pedagógicas por lo general más unidireccionales y pasivas, centradas sobre todo en que adquieran las competencias de los currículums oficiales? En este contexto, una de las mayores dificultades señaladas por el profesorado a la hora de crear acciones artivistas es la aparente apatía de sus estudiantes. Topar con el desinterés del alumnado es hacerlo con un sistema educativo que, de alguna forma, lo propicia. Si como docentes no cuestionamos los espacios, los tiempos y las relaciones de poder, así como los roles y los procesos de enseñanza-aprendizaje en los que estamos involucradas, difícilmente podremos emprender acciones para la transformación social.
En primer lugar, tendremos que observar y cuestionar la realidad para comprenderla mejor. Hacer(nos) preguntas: ¿Por qué el alumnado no participa o no tiene interés en lo que planteamos? ¿Mostramos por nuestra parte interés en lo que proponen? ¿Les ofrecemos algo interesante para su momento vital? ¿Qué espacios abrimos para escuchar su visión sobre el mundo? ¿Qué herramientas proporcionamos para que puedan participar?
En ocasiones, nos hemos de preguntar si la falta de interés del alumnado por nuestras propuestas, así como sus quejas y su pasividad, no son el reflejo de las nuestras. Y es que la labor docente no consiste solo en transmitir contenidos, sino que debemos fomentar su mirada crítica, su autonomía y su responsabilidad ciudadana, siempre que sea posible. Y para ello, resulta imprescindible tenerles en cuenta en todo momento y partir de sus necesidades e intereses reales para idear acciones conjuntamente.
La tentación de pensar por nuestro alumnado
Muchas veces la propuesta de intervención responde a nuestros propios deseos, a lo que interpretamos que son los deseos e intereses del alumnado, o bien a lo que pensamos que es bueno para ellas y ellos. Analizando con el profesorado la realidad de sus aulas con el fin de montar una acción artivista, mantuvimos este breve diálogo con una de las participantes:
– A mi alumnado no hay nada que le interese.
– ¿Nada que le interese?
– Nada… Bueno, solo La Isla de las Tentaciones.
– ¿Y qué podemos hacer con esto?
– Yo no me voy a poner a ver La Isla de las Tentaciones… No tenemos un interés en común.
– Igual el problema es que te interesa La Isla de las Tentaciones lo mismo que a ellas y ellos los contenidos de tus asignaturas y todo lo que les planteas.
– (se ríen todas) Cierto…
Si el grupo está enganchado a La Isla de las Tentaciones, quiere decir que hay algo que les interesa: no está todo perdido. Si ese es su foco de atención, habrá que partir de él, analizarlo y problematizarlo, como proponía Paulo Freire. Del citado espacio televisivo al artivismo hay un gran paso, está claro. Pero de eso se trata, de dar pasos poco a poco y echar a andar. Establecer vínculos entre la realidad del alumnado y la nuestra resulta clave si deseamos transformar algo. Y los programas televisivos nos son malos puntos de partida para abordar cuestiones de género, igualdad de oportunidades, derechos sexuales y reproductivos, modelos de consumo…
En cualquier caso y más allá de la televisión o las redes sociales, toda persona tiene preocupaciones e intereses, sueños y deseos, por lo menos vinculados con su entorno cercano. Pero si no hay diálogo, es de esperar que no participe ni se interese por nada de lo que se le proponga. La actitud del alumnado no se puede desvincular de la mirada y el trato que tenemos hacia él.
Tal vez ser artivista en el aula comienza por dejar de interpretar al alumnado desde nuestra propia perspectiva y dejar de decidir por él, empezando a decidir con él. Como docentes, tenemos que replantearnos nuestro rol, siendo conscientes de la importancia de trabajar con el alumnado desde lugares más accesibles, vinculando sus vidas cotidianas con las distintas realidades políticas que les rodean, haciéndoles partícipes de la construcción de otros futuros posibles. Tal vez ser artivista en el aula comienza por quitar las sillas y reorganizar el espacio, con todo lo que ello implica.